Cuando los animales llegaron a nuestra aula lo hicieron por sorpresa,
ahora ya forman parte de ella.
Son libres de habitar espacios, de subirse a los troncos, de andar de nuestra mano por distintos rincones... Por eso nunca están encerrados.
Entiendo la provocación como el hecho de despertar algo dentro del otro que le impulse a actuar, encender una llamita que el otro haga crecer.
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