Desintoxicarse de una gran ciudad, olvidarse del móvil, del ordenador, de la televisión... Mi mente entra en estado de desconexión al subir al coche, ponemos un cd de Vetusta Morla, casualmente se titula Mapas, como el único utensilio que llevo en las manos. Esa noche sólo la letra de Lo que te hace grande me ronda la cabeza.
Tal vez lo que te hace grande
no entienda de cómo y porqué.
Tal vez lo insignificante
se ha visto en un barco de nuez.
Tal vez lo que te hace grande
no sea difícil de ver.
Tal vez cada guiño esconda
la llave que intentas tener.
Ya ves, se nos queda grande
y hay riesgo de alarma otra vez.
Tal vez cuando todo amaine
la suerte nos vuelva a vencer.
Y en el vaivén de planes sin marcar
cae sobre ti la bomba universal.
No hay colisión, ni ley, ni gravedad
que te pueda hacer caer, aunque tiren a dar.
Tal vez las paredes ladren
y el techo empiece a correr,
dirán que cayó el gigante
y un charco se ha abierto a tus pies.
Suena un tambor, retumba en el umbral
viene hacia aquí,me atrae como un imán.
No sé lo que te hace grande,
no entiendo de cómo y porqué.
Suena un tambor, retumba en el umbral,
viene hacia aquí, me atrae como un imán.
Pero no hay ecuación ni formula genial,
que te ayude a comprender, lo que asoma por detrás.
Y llegamos a Sant Joan Fumat. Vamos tan abrigados que no nos importa el frío, ya hemos desaparecido del mapa. En este pequeño pueblo parecen desvanecerse las preocupaciones urbanitas, no nos interesa siquiera saber qué hora es. Como si de un nuevo destino se tratara, disfrutamos igual que el niño que abre un regalo y va descubriendo poco a poco una sorpresa bajo el envoltorio.
La casa vista desde el pueblo.
El pueblo visto desde nuestra ventana.
Tras un desayuno contundente, nos dirigimos a la oficina de turismo de Andorra, allí nos aconsejan visitar Ordino, La Masella y el lago de Engolasters.
Preparados para el frío y la nieve.
Ordino
Como en un cuento de Navidad, las casas vestidas de blanco, el calor de la madera y olor a leña ardiendo en un fuego a tierra.
La iglesia medieval, aunque remodelada, de Sant Corneli y Sant Cebrià.
Recorremos toda la zona de los lagos de Engolasters. Lo mejor del fin de semana, la sensación de estar alejado de todo.
Descubrimos, cerca del lago, entre un paisaje totalmente cubierto de nieve y la nada, este bar-restaurante tan acogedor que nos llamó la atención por la música y la decoración que le concebían un encanto bohemio.
Pedimos el vino caliente, que nos pareció muy apropiado, muy navideño también... Y sacamos a base de sorbos la receta para plagiarlo en casa. El toque de jengibre, perfecto! Y probamos una de las dos tartas caseras que expuestas en la entrada gritaban: "¡¡cómeme!!".
Pasamos bastante rato allí porqué se estaba francamente bien, un ambiente de relax total! Después le pedimos al camarero si podíamos echar alguna foto porqué no queríamos irnos sin ese recuerdo.
Volteando el lago llegamos a la zona destinada a los deportes de aventura, si de niños soñábais con trepar árboles y construir casas, esta es una buena oportunidad para volver a serlo!
La Masella no nos gustó demasiado después de ver Ordino, dimos una vuelta rápida. Por la tarde queríamos ir a merendar unas hamburguesas al Andburguer Zero y nos quedamos con las ganas porqué estaba cerrado!! Así que no tuvimos más remedio, ejem, que entrar en uno de esos supermercados donde dicen que vale tanto la pena comprar de todo... Y algo picamos, pero no se nos fue de las manos, la verdad.
|
Algunas cosas que compramos en el súper |
Haciendo tiempo por si abrían el Andbuguer entramos en un centro comercial de marcas de ropa, básicamente, y encontramos una vinoteca, a la que no nos pudimos resistir! Miguel pidió un champagne francés Bollinger (por si con champagne aún no ha quedado claro) y yo un vino blanco afrutado; me aconsejaron un riesling (alemán) y acertaron!
Empieza un nuevo día, desayuno de huevos, embutidos y tostadas, y muchos pueblos por visitar; empezando por el propio Sant Joan Fumat. Todos ellos pertenecen al Valle de Valira (Lérida). Me encantan los pueblos de casas de piedra medio en ruinas.
Ars, nos llamó la atención el cementerio en pleno pueblo, con todas esas flores de plástico.
Asnurri, otro de los pueblos de entorno a treinta habitantes por los que estuvimos callejeando.
Civís, donde Miguel hizo una amiga! Una amable señora que nos dio mucha conversación!
De vuelta a casa, pienso en lo diferente de vivir tan cerca de una ciudad como Barcelona o vivir en un pueblo de montaña como los mencionados. De momento, tanta soledad sólo me apetece para purificarme del ritmo estresante de mi día a día, pero realmente si no tengo tiempo de nada es porque yo elijo ocuparlo por completo...