Como es habitual en Myanmar, el trayecto de autobús fue más corto de lo que nos dijeron y en vez de llegar a las 6 de la mañana lo hicimos antes de las 3 de la madrugada. Lo que nos supuso pagar una noche más en la Golden Lily Guest House (puede parecer barato 14$ (AD), pero en un país dónde los guiris comemos por 1$ no lo es tanto).
Imaginaos a vuestro abuelo recibiendo a un extranjero en su casa, así fue nuestra entrada en la Lily Guest House. Nos hospedamos en una pintoresca habitación, con lavabo al fondo, y un porche muy acogedor que servía de punto de encuentro para mochileros y mirador del pueblo.
Después de tantos días de pasar calor, agradecimos la agradable temperatura de Kalaw. El pueblo en sí no tiene mucho que ver, pero nosotros estuvimos muy a gusto y es uno de los puntos más importantes para hacer trekking en Myanmar.
Pagoda Aung Chan Tha Zedi
Con su estupa recubierta de pan de oro.
Ese día el mercado estaba cerrado, aún así nos dimos una vuelta por los puestos de comida.
Incluso en medio de las montañas las nuevas tecnologías hacen furor entre los jóvenes.
No nos pudimos resistir a estos rollitos dulces deliciosos...
Nos refugiamos de la lluvia y de paso comimos en una terraza en la carretera principal, como el pueblo es tan pequeño desde allí veíamos pasar a la gente y estuvimos muy entretenidos un buen rato.
Pagoda Theing Taung
Después de comer fuimos a visitar esta pagoda, que está en una colina sobre la carretera principal, desde arriba disfrutamos de unas bonitas vistas de Kalaw.
Al llegar nos sorprendió el recibimiento de esta simpática mujer que nos pidió que entrásemos a ver la pagoda y el tesoro, mientras un buen número de mujeres en corrillos hablaban de sus cosas. Parecía un club social.
Vistas de Kalaw desde la pagoda.
Por la noche elegimos este nepalí para cenar, muy lujoso para lo que estábamos acostumbrados! Aunque no supimos elegir los platos, cenamos bastante bien.
Cuando ya nos íbamos a dormir pasamos delante de un pequeño local que nos llamó la atención porque se oía gente tocando la guitarra y cantando. En un primer momento pasamos de largo pero las ganas de tomar algo nos hizo darla vuelta.
Fue todo un acierto y un bonito recuerdo, ya que después de pedirnos dos Mandalay ron a palo seco (otro acierto, riquísimo y tirado de precio), la cosa se fue animando, y de un chico tocando la guitarra acabaron siendo cinco tocando y cantando al unísono (aunque pudieron ser seis, ya que al saber que éramos españoles no tardaron en ofrecerle una guitarra a Miguel, ¡qué ilusos!), lástima que teníamos que irnos porqué al día siguiente madrugábamos para el trekking.
Ese fue nuestro primer encuentro con una pareja de alemanes con los que coincidiríamos durante varios días, no en visitas a templos, pagodas, ni excursiones culturales, sino cuando caía la noche y nos íbamos a tomar cervezas ellos aparecían de la nada siempre con una copa en la mano.
Este también fue el día en que Miguel conoció a Borja y a Silvia, pero eso es otra historia...
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