Yo quería una piscina
y como soy una soñadora
en vez de buscarla en tiendas
o mirar por internet
la soñé.
El cuidado de los espacios para ofrecer contextos ricos en la cotidianidad
Y fue esa tarde en la que el sol ya no calentaba fuerte pero sus rayos aún vivaces se colaban como gatitos revoltosos por las rendijas de la persiana. Por esos mismos huecos, estrechos como ojillos achinados, un aire fresco y agradable ventilaba la habitación y mecía como si nada mi melena extendida sobre la cama.
Tal vez no dormía, no es necesario para soñar cosas bonitas. Aquel día cambié las sábanas y puse las de color frambuesa: dormir sobre sábanas recién puestas es uno de los pequeños placeres de la vida para mí.
Cerré los ojos y me vi tumbada en una gran roca, cerca del agua, de esa cala que por la tarde se va quedando sola. Pensé en una piscina para Juno, era transparente, no muy grande (ni en sueños me gusta derrochar agua) estaba colocada sobre la alfombra de bambú que usamos para jugar en la terraza y bajo una gran sombra.
Dentro de la piscina algunas piedras bonitas, conchas, caracolas, corales...
En mi piscina ideal todos los colores son de tonalidades suaves, casi translúcidos, dejando que el agua y la luz protagonicen la escena.
Una piscina así bien merece una cuidada selección de elementos de juegos: algunos que sirvan para llenar y vaciar, otros para remover, salpicar, empapar, filtrar, regar... también para hundir y flotar.
Pensé en tarros de cristal de distintos tamaños, más bien pequeños, acordes a las pequeñas manos de Juno. Cucharas de metal que irían desde la chiquitina de café hasta una contundente sopera, coladores, flaneras, jarritas, porrones, latas, tapas y tapones, trozos de manguera, tubos, botes... Sin olvidar incluir algunas flores, de esas que cuando salimos a pasear vemos caídas en el suelo y parece que compongan una alfombra en la acera; hojas de distintas formas, piñas, esponjas.
Pensé en tarros de cristal de distintos tamaños, más bien pequeños, acordes a las pequeñas manos de Juno. Cucharas de metal que irían desde la chiquitina de café hasta una contundente sopera, coladores, flaneras, jarritas, porrones, latas, tapas y tapones, trozos de manguera, tubos, botes... Sin olvidar incluir algunas flores, de esas que cuando salimos a pasear vemos caídas en el suelo y parece que compongan una alfombra en la acera; hojas de distintas formas, piñas, esponjas.
¿Pero sabéis qué? Que esa piscina solo existe en mis sueños y por más que la busqué (y la buscó, gracias Celeste por el esfuerzo y la comprensión) no encontramos ninguna ni parecida. Así que mientras no fabriquen esa preciosa piscina transparente, sencilla, no muy grande ni muy profunda, seguiremos usando la bañera Stokke.
Aún no he conseguido esa piscina soñada pero vamos acercándonos poco a poco...
Recopilando tarritos de vidrio...
Jarras de metal...
Chapoteando y removiendo el agua con ímpetu...
Descubriendo siempre nuevas sensaciones
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