Volamos hacia Kuala Lumpur (Malaysia) desde Barcelona y allí pasamos dos días hasta volar hacia Myanmar (antes llamado Birmania) donde hicimos una ruta que empezó por Yangón (Rangún en español y actual capital del país), pasando por otras ciudades como Mawlamyine, Pa An, Bago, Kalaw, el Lago Inle, Bagan y acabó en Mandalay (antigua capital). Desde Mandalay volamos a Bangkok (capital de Tailandia), después a Cambodia (Camboya en español), a la ciudad turística de Siem Reap, ¡qué remedio!, para poder disfrutar de la preciosa ciudad sagrada de Angkor que está a pocos kilómetros.
Malaysia - Myanmar - Tailandia - Cambodia - Malaysia
Yangón - Mawlamyine- Pa An - Bago - Kalaw - Lago Inle - Bagan - Mandalay
Yangón, primeras impresiones
Llueve y para de llover constantemente y las calles están embarradas y bastante sucias. Hay muchísima gente por todas partes.
Yangón parece una ciudad dejada a merced del tiempo, pese a la intensa vida que se respira en sus calles, el vaivén constante de gente y las paradas de todo tipo de productos adornando aceras y carreteras. Sus edificios, vestigio de la época colonial británica, parece que están a punto de desmoronarse, con las paredes desconchadas y conquistadas por la vegetación y el verdín.
Aunque la primera impresión es de caos, no tardamos apenas en acostumbrarnos a este nuevo destino. A cruzar las carreteras "a la birmana", o lo que es lo mismo, en plan suicida, y a mezclarnos con la población de las zonas más concurridas. Hemos aprendido a andar sin salpicarnos de barro piernas arriba usando el calzado nacional: las chanclas, y hemos asumido que nuestros pies estarán mojados a todas horas.
Su moneda es el Kyat (1 euro = aprox. 1,305 Kyats)
A lo lejos, dorada y majestuosa, se deja ver la primera pagoda, la Sule Pagoda.
¡Acabaríamos de pagodas hasta arriba!
El chico a la puerta del autobús no es ningún pasajero, es el encargado de ir llamando a grito pelao a los posibles pasajeros en cada parada.
Los contrastes tan presentes aquí me maravillan, nos faltaban ojos para captarlo todo.
El primer puesto callejero en el que paramos a comer algo: una tortilla de gambas con cabeza y cáscara que nos supo deliciosa.
La primera comida: nos sentamos en uno de los infinitos puestos de comida que encuentras a tu paso por las calles de la ciudad, en las típicas mesitas bajas, y bebimos té de termo en tazas de plástico. Nos llenaron la mesa de platitos
(este chico intenta explicarme la comida que trae).
Los cables de la electricidad son otro elemento que nos llama la atención.
Al fondo, un templo hindú, color y más color!!
La ciudad vista desde la Torre Sakura.
Oscurece muy pronto, a las seis de la tarde ya empieza a hacerse de noche. La sensación de seguridad es tal que no importa andar a tientas por calles perdidas.
Comprando el billete del viaje en tren más esperpéntico de nuestra vida, por algo no queríamos perdernos esta vivencia inolvidable. Acabamos llamándole "el tren de la muerte", pero este viaje merece ser tratado a parte...
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