Halloween
Los inquilinos habituales del comedor están en pie de guerra, desde lo alto del armario planean su ofensiva, ¡unos monstruos han invadido su territorio!
Cuando me desperté aquella mañana tú estabas sentado a los pies de mi cama dándome la espalda, llevabas el traje negro que sólo usas para salir de noche e ibas impecablemente peinado. No me atreví a llamarte, ensimismada por lo extraño de la situación, o tal vez no me salió la voz si traté de hacerlo. Me incorporé y tuve la sensación de que había estado mucho tiempo acostada, cuando noté mis cabellos rozándome la cara me recorrió un escalofrío, no parecían apenas tener consistencia. No quise tocarlos convencida de que se desharían en las yemas de mis dedos, como ceniza de incienso. Mire hacía mis hombros para poder verlos y sólo pude apreciar una maraña blanquecina, entonces sentí una mirada sobre mí y aún antes de levantar la vista sabía que quien me miraba no eras tú.
¿Esperamos a alguien más?
No hay más invitados, pero hay visitas a las que les gusta presentarse por sorpresa.
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