domingo, 26 de octubre de 2014

INLE LAKE: UN PEQUEÑO PARAISO ENTRE MONTAÑAS

Desde nuestra llegada a Kalaw ya notamos la presencia de más turismo y el Lago Inle nos lo confirmó. Encontramos una ciudad donde bancos y hoteles crecen como setas y el turismo se va apoderando de ella.

Como cada día, lo primero fue negociar, esta vez para conseguir un buen precio para visitar el lago en barca.
18.000 KT/4 personas


La ruta empieza con los pescadores tradicionales del lago, aunque éste era de pega (típico pescador de portada de guía de viaje), vimos a varios auténticos durante el recorrido.




Nos adentramos por los pueblos que rodean el lago, gran parte de ellos construidos sobre el agua (una estructura muy común del sudeste asiático, que no deja de sorprendernos en cada país que visitamos).




Paramos en el mercado, que cada semana cambia de ubicación. Aunque ya está muy enfocado al turismo todavía sobreviven varios puestos destinados al consumo local.












Durante la ruta nos ofrecieron visitar diferentes talleres con los oficios más emblemáticos de la zona, como el de herrero, carpintero y cigarrera. También nos propusieron visitar a las mujeres jirafa, pero los cuatro nos negamos por considerarlo un trato denigrante mostrarlas como gancho turístico.





Phaung Daw Oo Pagoda
En una isla en medio del lago se encuentra esta pagoda, considerada el lugar más sagrado por los habitantes de la zona.

En su interior, y salvaguardado de nosotras las mujeres, hay cinco budas que sólo los hombres pueden recubrir con pan de oro y los han dejado irreconocibles de la cantidad de capas que han puesto!







La vida en el río es muy activa, desde gente pescando, bañándose, lavando... y muchos niños jugando.


Taunggyi
En este pueblo hay una zona arqueológica con estupas semiderruidas y cubiertas de vegetación que lo convierte en un lugar casi mágico.



Indein
Es un lugar espectacular, lo mejor del lago. El monasterio sobre una colina está rodeado de cientos de estupas de distintas épocas (las más nuevas están inacabadas y las más viejas en ruinas) y pasear entre ellas, con el tintineo de fondo de las miles de campanillas que coronan las estupas, lo hace más impresionante todavía.








Ya por la tarde, visitamos los famosos huertos flotantes donde las verduras crecen sobre el agua sin tierra.


De regreso a Nyaungshwe, vimos el atardecer atravesando el lago, algo muy poco habitual ya que, como buenos españoles, fuimos de los últimos en empezar y acabar la excursión.





Esta vez dormimos en un hotel, un lugar muy bonito y confortable (una oferta que quisimos aprovechar). Porque lo contratamos desde Barcelona, sino hubiésemos dormido en una Guest House seguro.




Y lo mejor de un día agotador, rematar con unas cervezas fresquitas y una buena conversación! ¡Bares, qué lugares, ya lo dice la canción!


Nos quedan dos ciudades que disfrutar de Myanmar, aunque se vive intensamente, se acerca el final de esta primera etapa...

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