¿Qué sucede cuando cierro los ojos
y desaparece mi pequeño mundo?
Atravieso las puertas de algo asombroso
porque nunca es igual
porque no existe lógica,
ni hambre, ni sed,
y hasta el dolor es irreal.
Aunque también siento miedo
al no encontrarte,
al caer a un vacío eterno.
Y sentir de nuevo frío en los brazos
pero que esta vez no estés tú
para arroparme con tu abrazo
y quedarme permanentemente
en esta soledad obligada
habitando un vacío.
Tal vez he estado un poco melancólica estos días, pero me he sentido tan bien a la vez...
Lo que más me ha gustado de esta navidad es escapar de la rutina, poner distancia. A veces la distancia es necesaria, es curativa. He podido disfrutar de las pequeñas cosas, de leer hasta muy tarde y ser fiel a un único libro (al que me he entregado más que nunca), aunque aún no he acabado. He escrito páginas y páginas junto a la estufa y no he roto ni una, aunque he tachado mucho. He bebido cerveza sin emborracharme y he dejado que el paisaje se me imprimiese en la retina.
También me ha gustado volver y encontrarme con la manta del sofá, con mi escritorio y encender el ordenador para escribir lo que ahora escribo. Saber que aún quedan días para cerrar esta etapa, un trimestre, y no querer que pasen muy deprisa. No he pensado mucho en el año que se acaba, sigo y sigo y deseo ver las cosas que están por venir.
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