sábado, 30 de mayo de 2015

PULGA TRAVIESA

¡¿Quién me iba a decir, hace tan solo unos pocos días, que ahora me sentiría tan feliz!? 

Cuando os comenté que debíamos tomar la decisión más importante de nuestra vida estaba muerta de miedo, de dudas, de incertezas... Por muy bien que nuestras dos fabulosas doctoras nos explicaran las opciones que teníamos, con sus pros y sus contras, decidir sobre la vida de otra persona, sobre su salud, su futuro... nos resultaba muy complicado.



Nos dijeron que en diez días, aproximadamente, nos darían los resultados de la amniocentesis y que dependiendo de ellos tal vez ni pudiésemos tomar una decisión. Era consciente de que si el embarazo no proseguía, fuese por el motivo que fuese, igualmente debía parir a una niña que no tendríamos. Ésta, para mí, ha sido la parte más dura psicológicamente; no sé cuántas noches he soñado con partos terribles preparándome para lo peor.

A los doce días aún no sabíamos nada; yo pensaba que el tiempo nos iba a la contra y que, si teníamos la opción de seguir adelante, cuánto antes mejor. Esto me angustiaba especialmente. Así que Miguel se encargó de llamar al hospital (Vall Hebron) para concertar una visita con las doctoras, yo no podía ni mirar el teléfono, no quería recibir una mala noticia.

Ese lunes 18 de mayo, después de unas cuantas llamadas, consiguió que al día siguiente trataran de hacernos un hueco para una visita. Cuando salí del trabajo y Miguel me lo comunicó me golpearon todos mis miedos, los nervios hicieron flaquear mis fuerzas, esa noche fui incapaz de dormir. Por la mañana me sentía realmente enferma, fui al médico y me dieron la baja. Hasta entonces el trabajo me había servido para sobrellevar el día a día, entraba en el aula y dejaba todas mis preocupaciones en la puerta, me fue genial mantenerme ocupada casi hasta el final.

Pero no sabía que me esperaba un día entero sin noticias. Mi madre se vino a casa para que no estuviese sola, aún seguía con el pánico a contestar el teléfono, fue un día muy largo. Por fin el miércoles me llamaron para decirme que la amniocentesis bien y que me fuera para el hospital; me puse a llorar de la alegría. Avisé a Miguel, que vino corriendo, y nos fuimos al Vall Hebron.

No os penséis que nos dijeron todo saldrá bien, o algo similar. Cuando me hicieron la eco y revisaron el estado del corazón de la pequeña minuciosamente (mis ecos duran casi una hora, para que os hagáis una idea), nos volvieron a explicar las complicaciones: solo tiene desarrollado medio corazón, la válvula que debe proveer de sangre a esa mitad está prácticamente cerrada y muchos más tecnicismos que no pintaban nada bien (con los que no os voy a aburrir).

Miré a Miguel y les dije a las doctoras que si seguíamos adelante la única opción que contemplábamos como posible era hacer una cirugía fetal, la que daba mejor calidad de vida a la bolita. Los dos estábamos de acuerdo, lo habíamos cavilado mucho. Entonces sonrieron y dijeron adelante, y nos programaron la operación para ese mismo viernes. Me dio un subidón de nervios y alegría: íbamos a luchar por nuestra niña.



Ingresé el viernes, como un flan pero feliz, ya estaba preparada para entrar a quirófano con la vía, la analítica y todo el protocolo que se lleva a cabo, cuando las anestesistas valoran que con la tos que entonces tenía (y que no podía controlar) era muy peligroso operar. Me dieron un tratamiento para la tos y pospusieron la intervención para el lunes. Ese fin de semana me cuidé más que nunca y la tos desapareció a lo largo del domingo.

El lunes 25 por fin me operaron. Para aquellas que os podáis encontrar alguna vez en una situación similar a la mía, os debo decir que viví ese trance con una entereza y tranquilidad que ni sabía que tenía, pensaba solo en el bienestar de la pequeña, en que todo era por ella, y eso me hizo fuerte. Perdí el miedo a entrar en un quirófano y a la epidural (no me dolió absolutamente nada). Y aunque de 20' acabaron siendo 2 horas de intervención, la pulguita no se colocaba bien, y era vital una adecuada posición, salí de la sala ya con una sonrisa en la cara. ¡Todo había ido bien!


Ahora unos días de reposo relativo, que le llaman, y en una semana verán como evoluciona el corazoncito. Mientras, la pulga traviesa me hace notar que se despierta, que se mueve, que hace la croqueta, que estira las piernas y los brazos... 

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