Hace dos días que tengo migraña, rectifico, hace unas horas que ya no tengo migraña después de dos interminables días. Una sensación de dolor que no cesa, de cansancio esperando el alivio, que se hace bastante insoportable. Me pregunto por mi grado de tolerancia al dolor, porqué me anula hasta el punto de detenerse todo hasta que desaparece por fin.
Si hubiese tenido que trabajar, me hubiese duchado y vestido con la cabeza martilleándome en el lado izquierdo, hubiese intentado comer algo, aunque el estómago se contagia del malestar y se cierra en banda, hubiese cogido el coche, como otras veces, con esa sensación horrible de fotofobia que no me permite abrir los ojos sin un considerable esfuerzo, y hubiese pasado el día en la escuela intentado estar al 100%, deseando volver a casa para tumbarme a oscuras. Siempre lo he hecho así.
Ahora con Juno me asusta un poco el dolor, por no poder atenderla bien, por no tener fuerzas para tirar de las dos. Pero hoy me he dado cuenta de que se sacan fuerzas de donde sea y no ha sido tan duro como se vislumbraba a primera hora de la mañana.
Creo que el dolor vino con el viento, coincidiendo en un día en que anunciaban un reportaje acerca de la sobremedicación. Si ya me cuesta tomar pastillas, esta vez con más motivo, me lo pensé mucho para tomarme un paracetamol, y más, porque sabía que no le iba a hacer ni cosquillas a mi migraña. Esa primera noche fue larga y agotadora. Y yo de noche pienso distinto, no necesariamente más negativo, a veces más surrealista, otras es como ver la luz y aclarar todos los pensamientos enmarañados a lo largo del día. En esta ocasión se unieron la noche y la migraña, y ser madre, y ser yo.
Noté como la información desbordante absorbida durante estos días, meses..., y mal asimilada, se descontrolaba en pensamientos entrecruzados, como el trailer de una película de acción que cuando te quieres dar cuenta te han colado un montón de escenas inconexas y acaban plantándote el título antes de que tu cerebro haya acabado de reaccionar. Solo que no se trataba de una película, aunque algo de ficción habría entre tanta realidad, ya no distingo la una de la otra. Imagino que llevo un saco en el que desordenados van entrando todos los estímulos, las sensaciones, los retales de historias, y llega un punto en el que el peso es angustioso. Entonces, trato de aclarar mis ideas, de desechar lo que me estorba, me hace pensar demasiado, me duele... pero es como ponerse a alinear agujas en un alfiletero.
Anoche me desperté mil veces, y lo primero que veía al abrir los ojos es la dulce carita de Juno respirando relajada a mi lado. Los bebés tienen el don de dormir y volverse todo dulzura. La miré y me vi huyendo de mi casa con lo puesto y ella en brazos. Pensé en sueños que me pondría las botas de montaña (la mente no deja de sorprenderme, ¿porqué pensé en las botas y no en un abrigo o una mochila?), entonces caí en que tengo dos y que las debería coger por si alguien las necesitaba, pero ¿cómo decidir a quién dárselas si son muchas las personas que las necesitan? ¿Cómo soportar tanto dolor ajeno y convivir con el propio?
Luego se pasa el dolor y se olvida, también se olvida el dolor de los demás aunque sigue existiendo.
Hace algunos días anoté algunas frases que quiero compartir de un pequeño libro en tamaño y páginas pero grande en contenido:
"Del suelo se levantan los árboles y las cosechas.
Del suelo se pueden levantar los hombres.
El sufrimiento no se acabó, pero tampoco se acabó la esperanza".
José Saramago
"No hay utopía verdadera fuera de la tensión entre la denuncia de un presente que se hace cada vez más intolerable y el anuncio de un futuro por crear, por construir política, estética y éticamente entre todos, mujeres y hombres. La utopía implica esa denuncia y ese anuncio pero no permite que se agote la tensión entre ambos en torno a la producción del futuro antes anunciado y ahora un nuevo presente. La nueva experiencia de sueño se instaura en la misma medida en que la historia no se inmoviliza, no muere. Por el contrario, continúa".
(Freire, 2001, p.87)
Que cada cuál saque sus conclusiones.
¡Feliz fin de semana!
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