lunes, 16 de mayo de 2016

INSTRUMENTAL

¡Buenos días!
Por fin encuentro tiempo para sentarme a escribir, esta frase se está convirtiendo en recurrente..., últimamente he estado leyendo y cosiendo, y como siempre, pasando mucho tiempo con Juno, y todo no se puede. Ahora que gatea con cierta soltura y me persigue a todas partes estoy muy acompañada, además, demanda mucho mi atención para que juegue con ella o cantemos canciones (ella sigue el ritmo a su manera). Cuando leo con ella tumbada encima mira el libro con atención, esperando un descuido mío para quitármelo de las manos o echarse encima y tratar de morderlo, pero también disfruta de esos ratitos de relax.

Precisamente, hoy os quería hablar de uno de los libros que acabo de leer: InstrumentalCuando vi su portada fue como encontrarme con alguien que te es muy familiar pero no acabas de ubicar, después al darle la vuelta y leer:

Me violaron a los seis años.
Me internaron en un psiquiátrico.
Fui drogadicto y alcohólico.
Me intenté suicidar cinco veces.
Perdí la custodia de mi hijo.
Pero no voy a hablar de eso.
Voy a hablar de música.
Porque Bach me salvó la vida.
Y yo amo la vida.

Recordé porqué había oído hablar tanto de él, y que tuvo bastantes problemas para ser editado, esto es lo que, tal vez, me inclinó a quererlo leer.


Pues bien, el libro me ha sorprendido muy gratamente, me ha gustado muchísimo porque leerlo ha sido como escuchar a alguien que necesita contar su historia y que lo hace a su manera, no desde la calidad literaria sino humana. Me ha parecido valiente y necesario.

Como ya adelanta su contraportada, la protagonista es la música, concretamente la música clásica, y más concretamente aún, el microcosmos de un concertista de piano. Le doy las gracias por haberme acercado a un mundo que desconocía y que me ha interesado más de lo que podría pensar en un principio, pero sobretodo, le doy las gracias por las recomendaciones: genios como Bach, Prokófiev, Schubert, Beethoven, Scriabin, Ravel, Shostakóvich, Brukner, Liszt, Brahms, Mozart, Chopin, Schumann y Rajmáninov. 

Ha hecho que apreciase, más aún, una asignatura densa y dura de la carrera de magisterio dedicada a la Música (¿o fueron dos?), en la que recorres las distintas épocas, técnicas, instrumentos, composiciones... Recuerdo las horas dedicadas a las escuchas y los análisis, para mí complicadísimos, de cada una de las piezas. Leer a Rhodes me ha trasladado a esos días de audiciones, ha refrescado algunas de las obras que ya conocía y me dado a conocer muchas otras, pero le ha añadido algo que ha convertido cada pieza en un regalo muy especial: es el hecho de contextualizarlas, de hablar llanamente de las penas y glorias de sus creadores. Al acercarme a la persona, de pronto, esa pieza ha cobrado una importancia mucho mayor. Le debo a este libro, y a su valiente autor, volver a escuchar los 19 temas que ha elegido para representar cada uno de los capítulos.
Imaginad todo lo que os gustaría decirle a alguien a quien queréis si supierais que va a morir, hasta las cosas que no podéis expresar con palabras. Imaginad que condensáis todos esos sentimientos y emociones en cuatro cuerdas de un violín, que los concentráis en quince minutos llevados al límite. Imaginad que de un modo u otro descubrieseis la forma de construir todo un universo de amor y dolor en que existimos, que le dieseis forma musical, que lo pusieseis negro sobre blanco y se lo regalaseis al mundo. Eso es lo que logró, con creces, y todos los días esta pieza basta para convencerme de que en el mundo existen cosas que son más grandes y mejores que mis demonios.
Pero este libro no habla solo de música, habla de como una piltrafa humana, un sinescrúpulos cualquiera, puede joder la vida de una persona. Este libro denuncia unos abusos, perdón, me ha salido la palabra amable que tanto usan en los medios y que él rechaza por esa inmerecida sutileza, unas violaciones reiteradas por parte de su profesor de gimnasia durante cinco años y que empezaron cuando él tenía tan solo 6. 

Sobre violar a un niño, lo oímos con frecuencia en las noticias, lamentablemente. Son ese tipo de cosas que me duelen porque pienso en qué mierda de condición humana, dado las atrocidades de las que es capaz, y se me ponen los pelos de punta, me resulta incomprensible... Me produce impotencia y rabia a la vez. Leed el libro porqué yo no encuentro las palabras, la sinceridad de quién lo ha vivido te hace callar y escuchar atentamente.

Aprovecharse de la fragilidad es la mayor de las cobardías. Si tienes la suerte de estar en contacto con niños, seguro que te has dado cuenta de la bondad que desprenden, la espontaneidad, la frescura..., no se te habrá pasado por alto como les brillan los ojos, con qué facilidad te regalan una sonrisa, lo accesibles que son. ¿Cómo alguien puede dañar algo tan increíble como es la inocencia? 

Gracias, gracias, gracias, James Rhodes, por no dejar que se quede en un titular, por explicar lo que supone para la mente, el alma, la esencia de una persona, haber pasado por una experiencia así. Por dejar claro que después del infierno viene otro infierno, que son las secuelas, y acabar con la falsa creencia de que una vez se pone fin al abuso acaba el sufrimiento. Lo maravilloso de este libro es que duele, porque empatizas, y sin entrar en detalles sobre las violaciones, como él mismo expone, cuenta hasta el punto que puede soportar, te abre los ojos en muchos aspectos.
"Odio quien fui, quien soy, en quien me he convertido y, tal como nos han enseñado, me castigo continuamente por las cosas que digo y hago. Son tales los niveles globales de intolerancia, codicia y disfuncionalidad, es tal la sensación de que uno merece todo porque sí..."
"Hay una rabia que fluye por debajo de todo, que nutre mi vida y que alimenta el animal de mi interior. Una rabia que siempre, siempre, me impide, por mucho que me esfuerce, convertirme en una versión mejor de mí mismo."
Lo que me ha tocado bastante la fibra es que nadie quiera ver nada, facilitando así que los degenerados actúen libremente, la pasividad ante las evidencias y el poco interés real hacia los sentimientos de los niños: como cuando suplicaba no ir a clase con ese profesor, o cuando aparecía con manchas de sangre. La falta de oportunidades de hablar que ofrece el adulto al niño, más la vergüenza, la culpa, la confusión, es la combinación perfecta para que se den abusos y se mantengan en silencio durante años (aunque creo que es una bomba que siempre acaba por explotar); no queremos oír ciertas cosas porque nos resulta horrible tan solo imaginarlas, tenemos tantos tabúes y puñetas, que preferimos vivir en la ignorancia. Pues aquí está este libro para destapar lo que tan cuidadosamente nos empeñamos por ocultar.

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