Como estudiante he atravesado muchas fases distintas, y me atrevo a asegurar que las épocas en las que he sacado mejores notas han sido las más pobres a nivel de experiencias vitales. Las buenas notas están sobrevaloradas, estoy convencida de ello, yo las sufrí.
En un momento de mi vida académica necesité obtener un sobresaliente de media y fue un verdadero infierno
- Abandoné por completo mi vida social: pasar un rato con una amiga, ir a un concierto, salir a cenar... Mis mejores amigas eran mis compañeras, con las que pasaba horas y horas haciendo trabajos y maratones de estudio.
- Dejé de leer cualquier cosa que no fuese obligatoria ¡y aún así no daba a basto! Me daba miedo hasta leer el prospecto de un medicamento ¡no fuese que esa información ocupase un necesario hueco de mi memoria!
- Hacía los trabajos obligatorios y los opcionales, me convertí en la aportadora, en una rastreator de información que pudiera ayudarme a subir nota.
- Dejé de asistir a formaciones extras: nada de cursos, ni conferencias, ni jornadas...
- Hice un pacto con mi sistema inmunológico y no me permití coger ni un resfriado.
- Creo que cada día vestía igual por no perder tiempo ni en pensar qué ponerme, necesitaba llegar tan rápido a todo, por pellizcar segundillos por todas partes, que no me quité las bambas en todo ese tiempo.
- Cocinaba exprés y mientras comía repasaba apuntes.
- Después de cenar dejaba a Miguel viendo la tele tan a gustito y yo me encerraba en la habitación para participar en foros y debates que subían la nota de alguna asignatura.
- Memoricé datos inútiles y sentí la presión de cada examen y de cada entrega por insignificante que pudiese parecer (Aunque tengo la suerte de no necesitar memorizar porqué tengo facilidad en eso de asociar conceptos y tirar de bagaje, creo que el tipo de evaluación, en la mayoría de los casos, obliga a ello).
- No falté ni un solo día a clase: cuando cayó una gran nevada, hasta el punto que cortó la autopista, yo fui a clase. Llegué y no había, por supuesto, lo mío rozaba lo absurdo.
- Los trabajos en grupo eran una pesadilla, necesitaba que todos los componentes aspirasen a la máxima nota, igual que yo. Me asignaba las partes más complicadas y me adjudicaba faena extra para llegar al objetivo.
- Fui una tirana con mis compañeras de grupo.
- No disfruté apenas, dormía mal y soñaba con deberes y trabajos.
Dejé de celebrar mi cumpleaños, de ir de vacaciones...
Muy triste
Por eso, cuando oigo presumir de buenos resultados académicos a las familias de niños desde bien pequeños, pienso en el peligro que esto puede conllevar: si con todo lo anterior no tenéis suficiente, pensad en la competitividad, la necesidad de aprobación, el miedo al fracaso... y, por desgracia, tal y como funciona el sistema educativo, buenos resultados es sinónimo de hincar codos (una práctica nada saludable).
¿Y tanto sacrificio para qué?
¿Y si no llego a lograr la meta?
No quiero ni pensar en el nivel de frustración que hubiese supuesto... No nos engañemos, no siempre esfuerzo es equivalente a éxito, existen otras variables. Aunque está bien esforzarse por conseguir lo que nos proponemos, no me malinterpretéis por favor, y tal vez he conseguido el trabajo deseado gracias a tanto empeño, pero la verdad es que no estoy nada segura de ello... No creo que sea debido, precisamente, a ese esfuerzo concreto, sí a mi tesón general.
Y lo que sé del cierto, es que el gran aprendizaje de mi vida, lo que me ha hecho amar con locura mi profesión y querer superarme día a día, son las formaciones que he ido eligiendo libremente a lo largo del camino, y las que nunca dejaré de hacer. Mientras escribo esto y pienso en lo que me han aportado las experiencias vividas a mi manera de ser y de ver el mundo, me he acordado de una recomendación que tenía pendiente:
En primer lugar, aprovecho para mencionar que ya está el programa de la escuela de verano 2016 de Rosa Sensat, y que gira entorno al tema general del Bien común. Como siempre, ofrece formaciones específicas para las distintas etapas de Infantil (0-3 y 3-6), Primaria, Secundaria y cursos comunes. No puedo dejar de recomendar un curso que llevan a cabo dos personas a las que adoro, admiro y me encantan: Maria Rovira y David Castillo (desde que asistí a mi primera formación con David me hice fan total, y conocer a María es amarla). Son dos personas que merece la pena escuchar y de las que aprendo continuamente.
Camins d'Ítaca
Han elegido un título muy significativo para mí, puesto que Cavafis en su poema "Viaje a Itaca" recuerda que lo importante no es el destino, que es solo la excusa, lo que realmente importa es el camino y los aprendizajes que van surgiendo en su recorrido. Nunca está de más volverlo a leer:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Maria y David lanzan la siguiente pregunta para quién la quiera recoger:
¿Qué nos inspira a la hora de educar?
Nos dicen que viajarán acercándose a los cien lenguajes de los niños, pero también de los adultos, y que compartirán con nosotros aquellos libros que les han cambiado la vida, aquella música que les emociona, los fotógrafos que cautivaron sus almas, películas, bailarines, pintores... En definitiva, una buena compilación para continuar caminando.
¡No me puede gustar más la idea!
Tengo otras recomendaciones, pero por hoy ya está bien, seguiré hablando de formación en breve :) Y espero compartir las fotos de nuestro paso por Camboya, especialmente las de Angkor, que son una preciosidad (he colado tres de ellas en esta entrada).
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