Un día, mirando a Juno, le pregunté a Miguel:
¿crees que se siente querida?
Formulé la pregunta conociendo la respuesta, quería oírle decir que sí. Ella, con pocos días de vida, nos regalaba esa placidez cautivadora tan suya, su mirada serena pero aún ausente, su cuerpo relajado, blandito, como de mantequilla a medio deshacer, su media sonrisa, sus puñitos cerrados, y una infinidad de sonidos, ronroneos, suspirillos, etc. Entonces todavía no nos deleitaba con las miradas cargadas de cariño de las que ahora es usuaria asidua, aunque bien pronto demostró poseer una mirada increíblemente expresiva.
Para mí, quererla, es lo más natural y espontáneo del mundo; se lo transmito constantemente a través de miradas, caricias, palabras afectuosas, poniendo el máximo cariño en sus cuidados... son esas ganas de dedicarle toda mi atención, sin necesidad de respuesta por su parte, esas ganas de estar siempre con ella, de compartir momentos preciosos... es quererla solo por el hecho de existir. Una parte de mí, a demás, necesita que ella se sienta querida, quiere que su piel guarde la memoria del mimo puesto en tocarla, de los abrazos, de las caricias.
Y soy consciente de que no todos los niños gozan del derecho a sentirse queridos, de ser lo más importante del mundo para alguien, aunque para la mayoría pueda resultar impensable. Para mí es primordial que Juno, y cada uno de los niños para los que soy su referente, se sientan las personitas más especiales cuando están conmigo. Como en la fabulosa película de Campanella, el secreto está en los ojos, en la mirada.
Porque una mirada arropa, calma, acerca, protege, sonríe, acoge, alienta...
Aunque creo que hay gente con más intensidad en la mirada que otras, lo pienso porque no me aventuro a decir que esas miradas de pez con las que me tropiezo de vez en cuando, son gente desnuda de emociones, fría y apática, o sí... Si te paras a pensar, la cantidad de miradas que recibimos a lo largo de un solo día:
Y soy consciente de que no todos los niños gozan del derecho a sentirse queridos, de ser lo más importante del mundo para alguien, aunque para la mayoría pueda resultar impensable. Para mí es primordial que Juno, y cada uno de los niños para los que soy su referente, se sientan las personitas más especiales cuando están conmigo. Como en la fabulosa película de Campanella, el secreto está en los ojos, en la mirada.
Porque una mirada arropa, calma, acerca, protege, sonríe, acoge, alienta...
Aunque creo que hay gente con más intensidad en la mirada que otras, lo pienso porque no me aventuro a decir que esas miradas de pez con las que me tropiezo de vez en cuando, son gente desnuda de emociones, fría y apática, o sí... Si te paras a pensar, la cantidad de miradas que recibimos a lo largo de un solo día:
Esas amables que te dicen "te escucho" y las alegres que gritan"¡hola, soy feliz!", ¡esas te alegran el día seguro! También están las tiernas, las cálidas, las chispeantes, que suelen venir de quien te quiere; todas ellas contribuyen a hacerte sentir bien. Incluso de desconocidos recibimos una gran variedad de ellas: las esquivas de quien te evita, las ausentes de quien te ignora, las lascivas de... los salidos, las hostiles, estas me desconciertan porqué suelen ir dirigidas a todo cuanto les rodea y si, sin querer, entras en su campo visual recibes un calambrazo seguro! Y luego están las miradas tristes, las que me parten el alma, las que me dejan un nudo y unas ganas de tender la mano y ofrecer consuelo... Hay miradas de mar y montaña: unas claras y apacibles, las otras duras e intensas. Las hay sinceras y mentirosas, prepotentes y vergonzosas; despectivas, arrogantes, hirientes y afectivas y afables.
Si te da por salir a capturar miradas, te advierto que a veces puedes quedarte helado, que muchas otras verás que una capa de resentimiento o frustración u odio, o vete tú a saber qué, empañan unos ojos que en otras circunstancias, tal vez, transmitirían sensaciones más bonitas... Andar con los ojos abiertos por la calle es como un escaparate a los adentros (decir alma me ha parecido en esta ocasión una palabra muy socorrida), por eso cuando no queremos compartir algunos sentimientos hay quien usa gafas oscuras, o quien baja la mirada.
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