Parece inevitable escribir sobre algo relacionado con la Navidad si hago una entrada en el blog por estas fechas, pero ¡cómo me cuesta la Navidad!
En la escuela es distinto, allí es fácil impregnarse del buen rollo y la alegría de los villancicos, los detalles entre compañeras, las comidas (que ya compartimos diariamente) con ese toque especial navideño, es decir, comida más rica aún y turrones y bombones, el ambiente festivo, las vacaciones a la vuelta de la esquina... Y llega el esperado primer día de vacaciones y ves que lo que te espera son días de asistir a comidas-cenas que no siempre apetecen, de compromisos, de gasto excesivo, de tardes cortas que no se aprovechan tanto como esperabas, de prisas, de horas perdidas buscando regalos...
Por eso, si tengo que elegir una imagen de estos días me quedo con una mañana soleada paseando con Juno cerca de casa, ¡qué fácil desconectar de todo cuando estoy con ella!
Bueno, algo de la Navidad sí que me gusta, a parte de toda la parafernalia freaky, cuidar todos los detalles para que Juno la viva como un momento mágico y especial. A ella el tió (eh, que está hecho por nosotros, aunque se nos espatarró al tener que soportar que Juno se le subiera a caballito...), como os decía, el tió la ha cautivado, no ha sido el tronco más alimentado de la historia, pero casi casi el más querido: se ha llevado de abrazos y besos!! Y ha compartido barretina con aquí la terremotillo, que le ha cogido el gusto a ponerse todo lo que pilla en la cabeza.
El día de hacer cagar al tió la estrella fue el palo, tanto le gustó su palo, el mismo que llevó a la escuela para hacerlo cagar allí, que se lo dejamos un par de días para jugar. El tió le cagó un titella de zorro con un morrete muy apropiado para dar besos (debió pensar Juno). A parte de ponérselo en la mano, se lo planta en la cabeza, en el pie... Titella multiusos, vaya.
Yo conseguí que todos los regalos fueran hechos-a-mano-con-paciencia-y-cariño por mí (¡¡buff!! y con cierta presión por hacerlo a tiempo, bien y que fuese acertado, lo confieso). Con Eva, la tutora de Juno, lo tuve fácil: entre todas las familias le hicimos un regalo personal para ella, así que yo le hice un regalo para el aula, porque estaba segura de que le encantaría que pensara en algo para la clase.
Un cesto de trapillo (aprendí trapillo para este regalo expresamente y me he enganchado a él ;)) y cintas de raso en los colores del arco-iris atadas a figuras de madera de jugarijugar (la calidad de la cinta es básica para que sirvan para hacerlas volar, bailar... las maluchas que se quedan tiesas le quitan todo el encanto al juego).
A Yolanda, la otra educadora del aula, le cosí una bata-delantal en tela con motivos navideños y toda ribeteada de rojo porque sé que es una gran aficionada a la repostería.
Y otro gran reto fue tejer este gorrito para un compañero de juegos de Juno al que me apetecía hacerle un detallito :)
El resto de regalos aún no los puedo enseñar porque no han llegado a sus futuros dueños... ¡Y los que aún tengo entre manos!, así que no me entretengo más que me quedan muchos proyectos por terminar.
Aprovecho para desear Feliz Navidad a todos los fans de los villancicos, los atiborres, las cenas de empresa en las que se pierde la dignidad, las reuniones familiares en las que se tratan temas peliagudos, los turrones, que no empachan nada, para desayuno merienda y cena, los jerséis con nariz de reno que impiden cerrar la cremallera de la chaqueta y de los cotillones a los que siempre se les rompe la goma del gorrito. Pero, sobretodo, os deseo felices fiestas a los que por estas fechas os construiríais una cúpula aislante o viajaríais a la otra punta del mundo, yo iría con vosotros, pero estoy tratando de que todo esto me guste, si lo conseguí con los mejillones no lo voy a conseguir con la Navidad?!
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