Buenos días!! ¡Cómo he echado de menos escribir en el blog esta semana! Porque si las palabras se las lleva el viento los pensamientos ni te cuento...Vamos por partes, el fin de semana pasado estuvimos como ya es tradición familiar, con mi hermana y mi prima (y parejas) en Dorria, donde tuvimos un poco de todo: nieve, lluvia y calorcito del fuego a tierra.
Miguel nos hizo esta foto que me encanta!!
Miguel nos hizo esta foto que me encanta!!
Subimos al río y a andurrear por esa zona que con un poco de nieve está preciosa.
Y encontramos escondido entre unos arbustos al tió
También encontramos un trébol, aunque de tres hojas...
Estuvimos por los alrededores de Planoles cogiendo hojas para llevar a la escuela.
Y en la casa Juno pudo investigar cuánto quiso, abrir cajones, revolver los armarios, subir y bajar escaleras... ¡no tuvo tiempo de aburrirse!
Hace poco que ha empezado el frío a apretar fuerte, si nos ponemos a comparar no es que viva en un sitio donde los inviernos sean muy duros, pero siempre impresiona ese día en que ya no puedes salir de casa sin el abrigo. A mí el frío me paraliza un poco, y eso que cada vez lo soporto mejor, pero no puedo evitar que esa sensación de confort y de alivio que me proporciona entrar en casa después de estar por la calle un día frío, y sentirme reconfortada de taparme con la manta o darme un baño calentito o poner el calefactor ni que sea... me recuerde la cantidad de personas que duermen en la calle.
Me siento muy afortunada de tener un hogar (no necesito lujos ni muchas comodidades) y siento que no sea un derecho para todas las personas, tener un lugar donde sentirse a gusto, protegido. Cada mañana paso al lado del hombre que vive dentro de su coche en un lateral de la autopista, haga sol, frío o diluvie, cada mañana lo busco con la mirada en ese breve instante que paso a su altura, no sé cuáles son sus circunstancias, no sé nada de él, pero sé que un coche viejo aparcado no es un hogar.
Parece que en verano las personas sin hogar no nos duelan tanto, a mí me llevan doliendo desde que soy una cría y pensaba que al ser mayor podría solucionar todos los problemas de la humanidad, y después ves que eres un minúsculo granito de arena y sientes la impotencia de tu insignificancia. Existen asociaciones como Arrels, en Barcelona, que tratan de poner remedio a esta situación indignarte, pero no creo que sea suficiente... A mí se me cae la cara de vergüenza que como sociedad no hayamos encontrado una solución a este problema, cómo el ser humano es capaz de mostrar una total indiferencia ante la desgracia ajena. No escribo esto ahora porque se acerque la Navidad, aunque ahora se ponen en marcha las recogidas de alimentos y se habla más del tema y al menos se le da visibilidad (hasta para quién no quiera verlo). A parte del señor del coche del lateral de la autopista, para mí son muy visibles las personas sin hogar.
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