Esta semana le hemos comprado unos escarpines a Juno, de esos que se usan para no dejarte las plantas de los pies doloridas al pisar las piedras de los ríos. Cuando los estrenó, se miró los pies estañada y dio unos primeros pasos cautelosos, como si justo acabase de aprender a andar, enseguida les cogió el tranquillo no solo para andar y correr, sino también para quitárselos y pedir que se los pongamos.
La necesidad de unos escarpines, en nuestro caso, poco tiene que ver con ríos, más bien se debe a que la mayoría de suelos por los que transitamos a menudo tienen algún cristal, colillas, desperdicios... Fue por esto que pensamos en comprarle un calzado (sin acabar de ser calzado), para momentos puntuales. Porque ahora con el buen tiempo más a favor si cabe de los pies descalzos.
Nunca fui tan consciente de la cantidad de colillas que hay en aceras, caminos, campos, bosques, etc. hasta que tuve que vigilar constantemente que Juno no las cogiera :(
Y ya sabemos el pánico que sienten los adultos ante un niño andando descalzo, aún cuando va precedido de un adulto examinando el terreno que pisa. Te advierten de lo sucio que está el suelo, de las cosas que puede haber, de que va a coger frío... Te preguntan si es que no se quiere poner zapatos, si le pasa algo ¿? Les apaciguas con cualquier frase tranquilizadora para no entrar en polémica, porque si caes en contestar te advierto que no suelen querer una explicación, quieren expresar su disconformidad con el hecho y punto.
Pero mi empeño en que Juno pueda crecer e investigar su entorno con los pies descalzos no es un acto de rebeldía, ni una manía mía, si no creyese que es muy beneficioso para su salud y que, además, es una potencial fuente de información sensitiva no lo defendería con dientes y uñas. Aprender a andar e ir desarrollando su motricidad descalza es una oportunidad que no quiero negarle.
Me llama mucho la atención observar como el hecho de sentir en sus pies el suelo es un estímulo tan rico como cualquier otro material de calidad, ella con sus gestos y en su expresión así lo demuestra. Existe un recurso muy usado en infantil, lo podemos encontrar en muchas escuelas, se trata de los caminos sensoriales: son unos plafones con distintas texturas que se disponen en el suelo para que los niños y las niñas anden sobre ellos. Muchas veces buscamos de un modo artificioso lo que naturalmente ya tenemos, pero también muchas veces lo artificial nos parece lícito y lo natural no.
Se pude apreciar como Juno es consciente de las sensaciones que le proporcionan los distintos tipos de suelo: primero sobre la hierba, se mira los pies, se los toca... Después la arenisca y las piedras, la leve pendiente, etc. No es comparable a la información que le proporcionaría tocarla con las manos, ambas se complementan, porque las manos sienten de otro modo. Los pies sostienen, desplazan, equilibran, ejercen la presión del peso de todo el cuerpo, contienen puntos asociados al resto de partes del cuerpo.
Caminar sobre hierba o sobre arenisca es distinto, como también es distinto el modo de andar, la presión, el ritmo, el tiempo de cada paso. Requiere procesar la información para adecuar el cuerpo entero al tipo de suelo, y después precisa de un cuerpo capaz de dar respuesta a cada exigencia del terreno. Lo que implica un aprendizaje constante, una capacidad de responder y adaptarse a los cambios, una agilidad mental para ejercer una agilidad también a nivel físico, atención, control, precisión.
Y ya estamos de vuelta de nuestra escapadita de Semana Santa, pero mejor os lo explico otro día que estoy muy cansada. ¡Feliz vuelta a la rutina!
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