Me desperté temprano esa mañana para salir pronto de casa y llegar puntual a la escuela Montserrat de Sant Cugat, íbamos de visita con mi grupo de trabajo Reggio y era la primera vez que llevaba conmigo a Juno.
Recuerdo la espesa niebla que no me dejaba ver el camino, camino que recorría por primera vez. Atrás, en la sillita del coche, Juno aún no había asimilado el madrugón y yo le cantaba canciones para que supiera que estaba allí aunque no pudiera verme.
Llegamos antes de la hora prevista a Sant Cugat, la niebla se iba disipando, pero un frío que no me es familiar aún se calaba dentro. Estábamos las dos en la entrada, yo contemplaba el patio maravillada y las casas de alrededor, vi una escuela arropada por su entorno, como una pieza más de esa calle en la que los vecinos, madrugadores, me preguntaban porqué iba a la escuela un sábado. Al rato llegaron alegres un grupo de mujeres, hablaban entre ellas, se abrazaban y saludaban efusivamente. Cuando me vieron en la puerta inmediatamente me ofrecieron entrar, yo esperaba a otros compañeros para una pequeña reunión antes de la visita, así que les agradecí el gesto y seguí esperando, la escuela se abrió a las voces, los pasos, los cuerpos y la vida, se encendió la luz.
Estas primeras impresiones, como tantas otras primeras veces que acompañan nuestras vivencias, importan. Importa como importa una sonrisa que te da pie a un acercamiento, un olor que te reconforta, una música suave que te da la bienvenida... La escuela Montserrat me fascinó por su capacidad de transmitirme el calor de un hogar, por su coherencia en el conjunto del centro, estancia a estancia y rincón a rincón, porque en esta escuela todos los espacios están cuidados y mimados.
Los espacios exteriores
Como os decía, lo primero que pude ver de esta escuela es la parte del patio que se asomaba a la calle: unos troncos bien alineados, ordenados pensando en los niños y niñas que después inventarían cientos de juegos con ellos, una mesa huerto, una suave rampa... Yo, que soy una entusiasta de los espacios exteriores pensados para ser vividos y disfrutados, que siempre que paso por un colegio o escuela infantil me fijo en cómo tienen el patio (y que, desafortunadamente, he visto tantos patios de cemento, desangelados y descuidados.) ya sentí buenas vibraciones antes de entrar.
Como os decía, lo primero que pude ver de esta escuela es la parte del patio que se asomaba a la calle: unos troncos bien alineados, ordenados pensando en los niños y niñas que después inventarían cientos de juegos con ellos, una mesa huerto, una suave rampa... Yo, que soy una entusiasta de los espacios exteriores pensados para ser vividos y disfrutados, que siempre que paso por un colegio o escuela infantil me fijo en cómo tienen el patio (y que, desafortunadamente, he visto tantos patios de cemento, desangelados y descuidados.) ya sentí buenas vibraciones antes de entrar.
Cuidando el detalle
Igual que las casas hablan de las personas que las habitan, una escuela que acoge a las personas que comparten su día a día en ella, que se expresa con cada detalle, en cada espacio, en cada rincón... tiene ese punto cálido, la huella de tantos dedos y tantas manos que la usan, que la desgastan un poco porque se llevan consigo parte del alma del lugar, no son lugares indiferentes sino todo lo contrario.
Compartiendo la mirada
Conservando la memoria de los momentos, las sensaciones, las personas... Dando importancia a la cotidianidad y a lo excepcional, buscando la complicidad, transmitiendo lo vivido.
Aportando coherencia
Los lugares de paso concebidos como rincones del hogar, oportunidades de juego, nexos de unión entre estancias que aportan sentido a la totalidad y que tienen sentido en sí mismos.
Selección de materiales
Si he sentido una conexión especial con esta escuela es, a parte de otros muchos aspectos que ya he ido mencionando, porque escogen los mismos materiales que yo misma elegiría para mi escuela: piedras, semillas, conchas, piñas...
¡Aprovechándolo todo! Aquello que la naturaleza da, buscándole un nuevo uso a todo lo que desechamos: recipientes, envases, cáscaras... Y presentándolo con el máximo respeto. Creo que los más pequeños tienen el derecho a que se les ofrezcan los materiales de un modo muy cuidado.
Oportunidades de exploración
Una mesa con un espejo aporta ese algo más que hace que sea tan interesante, porque impulsa a ir más allá, ofrece profundidad, simetría, permite a los niños y niñas observarse mientras actúan... Igual que una mesa de luz aporta otras miradas: transparencia, superposición, magia...
Material inespecífico
Cuanto más simple sea el material mayor creatividad e imaginación desarrollará un niño para jugar con él, más opciones le ofrecerá. Materiales que pueden originar juegos muy diversos, presentados con otros elementos, como una tarima, un espejo, etc. incrementan las posibilidades. Combinando entre sí varios elementos desencadenaran otros juegos...
Paredes vestidas, que explican cosas
Me han fascinado estas maravillosas paredes vestidas con objetos sencillos como una red, unas ramas, unas hojas secas... que, a la vez, a través de frases y palabras, transmiten a los visitantes una filosofía educativa, una manera de concebir la infancia, la escuela y la educación.
Estancias
En la escuela, tanto los pequeños, como las educadoras, cocineras, personal de limpieza, en menor medida, pero también, las familias, etc. pasan muchas horas; crear ambientes confortables y acogedores es una necesidad. Pienso que en este punto se marca la diferencia, una escuela donde vivir, crecer y ser feliz siempre tiene que priorizar el bienestar de todas las personas que conviven en él.
Además, crear ambientes ricos donde jugar, actividad principal y más importante en la infancia (que debería estar más presente en la edad adulta) y poder desarrollar, de este modo, sus potencialidades, su creatividad, sus habilidades personales, etc.
Higiene y cuidado personal
Los espacios destinados a la higiene y el cuidado personal están integrados totalmente en el concepto de escuela: el mimo puesto en cada detalle es evidente, la mirada hacia el niño y la importancia que se le otorga a esta parte fundamental de la atención a las personas.
Las personas
Que un equipo educativo te abra las puertas de su escuela es de agradecer, que te dedique una mañana de sábado, mucho más, pero que lo haga con esa ilusión, esas ganas de compartir, de explicarte su historia, sus pasos, su experiencia... ¡Es una gran suerte!
No es de extrañar, cuando las oyes hablar las unas de las otras con tanto cariño, cuando te dicen que todas las personas tienen algo que las hace especiales y muy válidas y ves que saben ver lo mejor de cada una.
Me voy de la escuela Montserrat con una sonrisa dibujada y con mucha energía positiva. ¿¡Va a ser verdad que la utopía es posible?!
"Una escuela amable para Malaguzzi es aquella que ofrece un trabajo constante, que es acogedora, capaz de inventar, habitable, vivible y documentada.
Un lugar de reflexión, de crítica, de investigación y de aprendizaje. Un lugar que da satisfacciones a nivel personal, que invita ala familiaridad, al diálogo y a la supresión de las distancias".
(Hoyuelos, 2006)
Gracias, equipo de la escuela Montserrat, personas como vosotras incrementan mis ganas de aprender, crecer y ser mejor profesional. Y me han dado unas ganas de aprender a hacer trapillo!! ¡Hasta pronto!
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