Es difícil defender un punto de vista que difiere del de tu entorno más cercano, como lo es no aceptar lo que una abrumadora mayoría piensa. Es difícil dar un golpe en la mesa, cuando te han dicho tantas veces que mejor callar y evitar el conflicto. Pero es cierto que, a menudo, es preferible aplicar aquello de "a palabras necias, oídos sordos " y hacer con tu vida lo que quieras.
Cuando tienes un hijo cambias de rol de inmediato y, a demás, pasas a estar en el punto de mira. No es nada nuevo, solo que hasta ahora lo vivía del otro lado. Ser educadora en la franja de 0 a 3 años te hace cómplice de las familias en esta primera etapa llena de novedades y, en muchas ocasiones, de incertidumbres. No sé cuantas madres, siempre han sido ellas, me han dejado entrever que se sentían juzgadas o presionadas por su entorno... Es curioso, seguramente, motivados por el afán de ayudar, de aconsejar. Pero seamos honestos, hay consejos que dan ganas de decir "quién te ha dado vela en este entierro?".
A cada uno le duele lo suyo, se suele decir, y es cierto, también nos puede doler lo ajeno, pero lo nuestro lo sentimos en primera persona. Como madre, lo que más me importa es el bienestar de Juno, y los demás, por mucho que la quieran, no pueden sentir tan bien como yo (y Miguel. Pero como es una reflexión personal, me permitiréis que, por esta vez, solo hable en mi nombre) lo que es mejor para ella.
Vive y deja vivir
Cuando tienes un hijo cambias de rol de inmediato y, a demás, pasas a estar en el punto de mira. No es nada nuevo, solo que hasta ahora lo vivía del otro lado. Ser educadora en la franja de 0 a 3 años te hace cómplice de las familias en esta primera etapa llena de novedades y, en muchas ocasiones, de incertidumbres. No sé cuantas madres, siempre han sido ellas, me han dejado entrever que se sentían juzgadas o presionadas por su entorno... Es curioso, seguramente, motivados por el afán de ayudar, de aconsejar. Pero seamos honestos, hay consejos que dan ganas de decir "quién te ha dado vela en este entierro?".
Es una costumbre muy extendida, la de querer ayudar cuando no te lo han pedido, de creer que como tú ya lo has vivido tienes la experiencia y el conocimiento para opinar con propiedad. Seguro que todos pecamos un poco de eso, cada uno en lo suyo, pero pocos nos libramos. En relación a la maternidad, ya es el no va más. Porque, ¿quién no ha sido madre o tiene una cerca? Y sucede algo que te puede llegar a sacar de quicio, que todo el mundo sabe lo que es mejor para ti y tu bebé.Cuando una madre se sinceraba y me explicaba que lo estaba pasando mal por este motivo, como educadora, le decía: no dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer, toma las riendas. Cuando algunas compañeras del grupo postparto explicaban situaciones, para ellas muy incómodas, provocadas por este afán acaparador de su entorno, les decía lo mismo. Hasta yo, que llevo años arrastrando la etiqueta de rebelde, me estoy mordiendo la lengua (es que vas al súper y la cajera, que es la primera vez que te ve, te suelta una monserga!) Y es una, y otra, y otra... Y si todas callamos nada cambia. ¿Nos hemos acostumbrado a que tener un hijo sea tener que aguantar comentarios de todo tipo? ¡Si es lo más bonito del mundo, dejad que cada persona lo viva como le plazca!
"No puedes vivir tu vida para complacer a los demás. La elección debe ser tuya."
Alicia en el País de las Maravillas
A cada uno le duele lo suyo, se suele decir, y es cierto, también nos puede doler lo ajeno, pero lo nuestro lo sentimos en primera persona. Como madre, lo que más me importa es el bienestar de Juno, y los demás, por mucho que la quieran, no pueden sentir tan bien como yo (y Miguel. Pero como es una reflexión personal, me permitiréis que, por esta vez, solo hable en mi nombre) lo que es mejor para ella.
Los padres son quienes mejor conocen a sus hijos
Es como el hecho de que todo el mundo quiera coger a un bebé; ya he vivido aquello que contaba alguna madre "¡y me lo quitaron de las manos sin apenas conocerme!". En esa ocasión no me importó, aunque me chocó, pero tal vez otro día me moleste, y habrá a quién sí le importe. La sociedad, que nos anula hasta en la manera de criar a nuestros hijos, nos lleva a pensar que somos más extrovertidos y mejores si dejamos que todos cojan a nuestros pequeños, porqué así no serán niños mimados.
¿Os dais cuenta de la barbaridad que es llamar mimado a un niño por preferir a sus padres? Basta ya de ese miedo a mimar, qué no sé quién le atribuyó connotaciones negativas a este precioso verbo.
Yo quiero ser mimada, y mimo a las personas que me importan, a mi familia, a mis amigos... ¿qué les va a pasar, que por un exceso de amor van a...? No se me ocurre que consecuencias negativas puede ocasionar querer y que te quieran. Sin embargo sí sé las consecuencias que acarrea la indiferencia en la crianza, y no hablemos ya de los gritos o esa violencia verbal a la que nos hemos acostumbrado (no seas tonto, no seas llorica, pesado...). Espero que nadie me diga nunca hasta cuanto puedo querer a alguien, si doy más besos de los que su mente tolera, que debo hacer esto o lo otro, porque es mi maternidad y mi hija, y os aseguro que en todo momento pienso en lo mejor para ella.
Cuando vas a un sitio con un bebé es como llevar un regalo, como aparecer en una fiesta con un pastel del que todos quieren un pedazo. Pero, aunque a los adultos nos apetezca mucho catar un cachito del pastel, para ningún niño pequeño lo mejor es pasar de mano en mano. Y no nos auto-engañemos con aquello de "se tiene que acostumbrar a estar con gente distinta porqué si un día se tiene que quedar con alguien...". Abundan este tipo de frases, sin base científica ninguna, que hacen más mal que bien, porque están tan instauradas en el repertorio popular, que la gente se las ha creído sin a penas cuestionarlas. No vamos a dejar de bañar a los niños por si un día no hay agua ¿verdad?
Así que, cuando escucho eso de que se tiene que acostumbrar a... lo que sea, veo cierto egoísmo por parte de los adultos. Un hijo merece ser cuidado, y cuánto más dependiente es, más necesita a sus cuidadores. Querer acabar con esta etapa de dependencia lo más rápido posible es algo que veo bastante, sobretodo por las presiones sociales, el ritmo de vida, cuestiones laborales, etc. No digamos que es lo mejor para él, sino que no nos queda otra alternativa.
Los niños tienen como principales figuras de apego y referentes a sus padres (en general); este hecho les da seguridad y les permite establecer contacto con el resto de personas, desde los brazos que le aportan confianza y tranquilidad. Ni siquiera un adulto se siente cómodo con personas que no forman parte de su día a día, menos aún si éstas pretenden tocarle, besarle, etc. Si llora, no corramos a acallarlo, es su manera de comunicarse, se intenta expresar a través del llanto, no le pongamos el chupete para que no rechiste. Tengamos más empatía con los sentimientos ajenos, igual que lo haríamos con un adulto. Los niños no lloran porque sí. ¿Os imagináis que os sentís muy incómodos ante una situación y cuando se lo tratáis de decir alguien os tapa la boca y os balancea repetidamente? Sí, es surrealista.
Cuando un niño se siente inseguro, sobretodo, llora. Entonces viene otra de esas coletillas inconscientes que lanzamos los adultos "no te portes mal...". Pero nada tiene que ver con portarse bien o mal. Por favor, borremos de nuestro vocabulario estas expresiones que tanto daño hacen, y lo hacen porque conlleva una manera de entender la infancia sancionadora y poco respetuosa. Los niños no se portan bien o mal, si que se sienten bien o mal: cuando se sienten mal lloran, gritan, se irritan..., usan sus armas, lo manifiestan como pueden. Ni un adulto sabe, muchas veces, el modo de expresar su frustración, y menos aún, como canalizarla, ¿y pretendemos que un niño, en la edad en que se está de lleno experimentando con las emociones, las domine? Absurdo, ¿no?
Creo que somos los padres y madres los que tenemos que frenar este tipo de creencias sin fundamento, más cercanas al "siempre se ha hecho así", "conmigo hicieron igual", que a la coherencia. Debemos priorizar el bienestar de nuestros hijos y que nos deje de afectar el temido qué dirán. ¡Pues que digan! Querer a un hijo, desde mi punto de vista, significa abrirle al mundo y a su entorno, pero a su ritmo, sin forzar las situaciones. Ante todo mucha calma.
¿Tenemos las riendas sí o no?
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