Últimamente intento leer a escritoras, ni que sea porque a lo largo de mi vida he leído un porcentaje elevadísimo de hombres. Ha sido sin darme ni cuenta, dejándome llevar por la corriente. Cuando buscaba un buen libro me iba a una librería o a la biblioteca con una lista en la que no faltaban ni Bolaño ni Cortázar ni Auster... Será la costumbre, desde pequeña he aprendido que la gente importante suele ser hombre: los presidentes, los filósofos, los descubridores, los científicos, los medallistas olímpicos... y es que TENGO GANAS DE OÍR SUS VOCES, de leer lo que tienen que decir, de conocer sus puntos de vista, sus intereses y preocupaciones...
Hace unas semanas buscaba libros de escritores/as no europeos/as ni blancos/as, por salir un poco de lo que más abunda por aquí. Por curiosidad, por querer abrir nuevos horizontes, por mi ansia de aprender de experiencias distintas...
Pues esta vez he dado en el clavo con Yanick Lahens:
La autora de Baño de luna, El color del Alba, entre otras novelas, nació en Port-au-Prince (Haití) en 1953, y después de estudiar en Francia, volvió a su país natal a enseñar francés en la universidad. Destacar que esta obra ganó el prestigioso premio Fémina (Francia) en 2014.
La lectura
Empecé a leer esta novela a la vez que otros dos libros y pronto me di cuenta de que requería de más exclusividad, porque me perdía con los nombres y parentescos entre los personajes, y no acababa de meterme en la historia. Con esto, os quiero decir que no es un libro para leer a ratos y después retomar el hilo fácilmente, porque ni lo disfrutas ni lo acabas de entender; pero si le dedicas la atención que merece, creo que te sorprenderá muy gratamente.
"A menudo, para olvidar que en Anse Bleue la vida tiene dos anclas en los pies, yo iba a la playa a ver cómo se hacían y de deshacían las olas, a respirar por todos los poros y a impregnarme del yodo y del quelpo, de aquellos efluvios acres del mar que dejan en el alma una especie de aflicción extraña.
Incluso cuando el mar se volvía aquella placa reluciente, plana, extendida hasta el horizonte, yo huía de las tierras quemadas para mirarlo hasta que los ojos me hacían chiribitas, hasta quedarme ciega."
Es tan sensorial, carnal, exótico, bello, que merece ser degustado sin prisa. Su prosa enrevesada consigue adentrarte en las entrañas de un contexto en el que se mezcla lo tangible y lo simbólico, en el que conviven vivos y espíritus, en el que los rituales y la religiosidad son un pilar que sustenta todo cuanto acontece.
"La noche del huracán, nadie osó mirar en dirección al mar. Nadie. Habrían tenido demasiado miedo. Todo un pueblo caminando asustado bajo la lluvia. Incluso cuando el sol empezó a despuntar tímidamente, prefirieron mirar en dirección a los montes que dominan Anse Bleue. Nadie salvo Abner. Abner es el más valiente de todos nosotros. De todos modos, no me vieron marchar, ni vieron el mar cerrarse sobre mí como la tapa de una sepultura."
Se trata de un relato cargado de simbolismos, que te llegan a desviar de la trama de la historia. Da igual. Déjate alejar y acercar, como la resaca del mar que tan presente está en la novela, de ese Anse Bleue que es tierra y mar, pero sobretodo es crudeza. Un ambiente que destila dolor, violencia (sobretodo hacia las mujeres), en el que la vida es dura y sobrevivir a la miseria, a la guerra y a la brutalidad, es un reto diario.
Me ha dejado tan buen sabor de boca, ha sido como probar un plato distinto sabrosísimo. Un placer.
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