Hace días asistí a una jornada pedagógica sobre el acompañamiento emocional en la escuela infantil a cargo de Verónica Antón. Alba me había hablado muy bien de ella y tenía muchas ganas de conocer su punto de vista sobre un tema tan delicado.
A Miguel le expliqué con entusiasmo cómo me había hecho abrir los ojos en muchos aspectos escuchar a Verónica, con mi libreta de apuntes en la mano, le iba contando lo más significativo de la jornada. Entonces sonó en la radio la canción Sierra y Canada, de Sidonie, y seguí dándole vueltas en la cabeza como pondría en práctica muchos de los puntos que Verónica había abordado y que con tanta naturalidad y coherencia había tratado.
A Miguel le expliqué con entusiasmo cómo me había hecho abrir los ojos en muchos aspectos escuchar a Verónica, con mi libreta de apuntes en la mano, le iba contando lo más significativo de la jornada. Entonces sonó en la radio la canción Sierra y Canada, de Sidonie, y seguí dándole vueltas en la cabeza como pondría en práctica muchos de los puntos que Verónica había abordado y que con tanta naturalidad y coherencia había tratado.
Sierra está hecha de metal es un sistema artificial
Se diseñó con simulador, para el odio y para el amor
Pero un día fue humana, un temblor celular.
Canadá era un robot cableado en su interior
De pronto falló y se retiró fuera de la circulación
Pero algo en sus sensores lo volvió a despertar
Un error fatal, espacio temporal
Se llevó el momento y el lugar
Empiezas a correr para poder volver
Pero el tiempo es un homicida cruel
No hay perdón, no hay perdón y el mismo segundo para los dos
No hay perdón, no hay perdón y el mismo segundo para los dos
Canadá ahora es capaz de llorar, mentir y amar
Sierra mutó y se mecanizó procesando fría el adiós
Su mirada e infrarrojos, está diciendo que no, no, no, no, no
(Sierra y Canada, Sidonie)
Pero después me ha costado bastante poner por escrito mis reflexiones, supongo que debido a la gran complejidad y al gran desconocimiento que tengo al respecto. Me hubiese gustado profundizar mucho más sobre este tema a partir de la mirada de Verónica, aunque hace un par de años hice un curso sobre Educación emocional, me han llegado mucho más sus reflexiones que las teorías estudiadas anteriormente.
Para conocer mejor a Verónica Antón vale la pena echar un vistazo a su página. Actualmente forma parte del equipo del proyecto educativo CEIP Congrés-Indians, realizando tareas de psicomotricista y formadora.
Las emociones en Infantil
Últimamente se habla mucho en educación de las emociones, ¿pero realmente sabemos abordarlas? ¿O nos limitamos a estereotiparlas y convertirlas en otro aspecto a “trabajar”? Usando fotografías de niños contentos, tristes, enfadados, etc., o pidiendo a los niños en la asamblea matinal que compartan como se sienten ¿qué tratamiento le estamos dando al tema?
A veces llevamos a cabo prácticas que no parecen tener mucha lógica, son más bien rituales que hemos incorporado a la dinámica del aula. Sólo hay que plantearse si a nosotros mismos nos pidiesen cada mañana que compartiésemos nuestro estado de ánimo si seríamos capaces de hacerlo y con honestidad.
Por eso escuchar a Verónica me ayudó a entender porqué me chirriaba tanto el modo en que con frecuencia se tratan las emociones en la escuela.
Apuntes-resumen de la jornada:
Mirada transversal de las emociones
Las emociones están presentes en todo el proceso de aprendizaje y relacional. La dimensión emocional la vamos descubriendo a medida que interaccionamos con las personas. Al principio de la vida no podemos hablar de emociones aún, sino de placer y displacer.
Las emociones pertenecen a un ámbito vivencial, al hablar tanto de ellas y tratar de racionalizarlas hacemos que pierdan su esencia, hay que entenderlas en sí mismas. Abandonar el discurso de que las emociones se dividen en positivas y negativas, porqué si creemos que hay emociones aceptables y que nos gustan y otras inaceptables estamos indicando lo que hay que sentir y lo que no: "no hay que tener miedo", "no me gustan los niños tristes", etc.
Si a un niño enfadado le decimos "vete a gestionar tu enfado fuera y vuelve cuando se te haya pasado", el mensaje en última instancia es "enfadado no te quiero".
Las emociones no las podemos educar, podemos acompañar el proceso que hace el niño con sus emociones. Los niños las descubren por sí mismos y los adultos ponemos nombre a estas emociones, no se puede enseñar a sentir como es el miedo, la rabia...
Antes de sentir empatía un niño va construyendo procesos que le ayudarán a empatizar cuando esté listo. Por lo tanto es incoherente que le pidamos que se ponga en el lugar del otro, como incoherentes son las frases moralizadoras del tipo “no se pega”, “esto no se hace”, “mira como llora”.
Lo que hacemos con frecuencia es leer en el lenguaje corporal del niño como se siente y ponerle nombre a su emoción, de este modo podemos caer en el error e confundir, enfado con miedo, o enfado con tristeza, por ejemplo. Si le decimos “estás enfadado” no le damos opción a decidir qué siente.
Las cuatro emociones básicas:
Tristeza
Esta emoción requiere un tiempo para procesarla. Si un niño está triste necesita un tiempo, no que intentemos distraerlo para evadirlo de la emoción, no es saludable intentar hacerlo conectar con la alegría a la fuerza, porqué necesita su espacio para procesar la pérdida, para cerrar el círculo. Si no le permitimos cerrar este círculo después puede volver a la tristeza en una situación que no tiene nada que ver.
Es más sano y honesto por nuestra parte, acompañar la emoción y permitir cerrar el círculo del enfado, sino permanecerá latente.
También es importante que demos importancia a la magnitud de las emociones infantiles, no quitarles relevancia porque para nosotros sean nimiedades, empezar por el respeto.
Verónica nos explica que antes de los 2 años no es muy natural que los niños se separen de sus padres desde el placer, aunque es cierto que si tienen experiencias placenteras en el lugar donde se quedan esto le ayudará a contrarrestar la tristeza. Es por lo tanto natural que sientan tristeza al despedirse.
Miedo
Emoción que puede bloquearnos o avisarnos de peligros. Aporta mucha información del modo en que hay que actuar.
En relación con el juego, les permite encontrar su lugar, adoptar un rol concreto. Forzar a un niño a no tener miedo es hacerle imprudente. El mismo miedo guía la dirección del acompañamiento que debemos hacer los adultos.
Enfado
Se trata de una emoción que a los adultos nos provoca dudas y buscamos estrategias. Podemos ayudarle a encontrar los canales de expresión y que cada vez sean más compartidos a nivel social. Es importante que les propongamos un canal de expresión coherente con la franja de edad.
Un niño que no posee un vocabulario cómo para expresar su enfado, gritará, ya aprenderá a poner palabras a lo que siente, mientras es natural que use los recursos de que dispone. A los adultos los gritos nos incomodan y querríamos que los niños estuviesen siempre felices y contentos, pero eso es irreal, las personas pasamos por distintos estados de ánimo y todos ellos merecen un respeto.
Alegría
Es la emoción más fácil de acompañar. Hay que ser cómplices, empaparnos de la alegría del niño. Además es la más frecuente en un niño sano.
El adulto acompaña la emoción del niño
- Validar la emoción, sea la que sea, para ayudarlo a ser aceptado tal y como es. Y ayudarle a desarrollar límites internos que regulen progresivamente su impulsividad.
- Diferencia entre contener y reprimir: disponibilidad corporal para poder resonar con el cuerpo del niño, con la tensión o distensión de su cuerpo.
- El adulto como sostén corporal y emocional del niño.
- El educador primero ha de trabajar sus propias emociones.
"Para que seamos capaces de crear escuelas que favorezcan el crecimiento en todas sus dimensiones (emocional, corporal, mental y espiritual) y los aprendizajes propios de este crecimiento en el sentido más amplio y global del ser humano, los adultos que habitemos las escuelas tendremos que habitarnos primero a nosotros mismos, conocernos, mirarnos, crecer interiormente para ser capaces de acompañar y favorecer el crecimiento de nuestros niños”.
Equipo de Congrés-Indians
No sé que tipo de educadora sería sin todas estas formaciones que me ayudan a mejorar en mi trabajo... Siempre queda mucho por aprender, es lo fascinante de la mente humana.
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